lunes, 4 de agosto de 2008

ESTAR ENAMORADA



Estar enamorada,

es encontrar El nombre

justo a la vida.

Es dar al fin con las palabras

que para hacer Frente

a la muerte se precisa.


Es recobrar la llave oculta

que abre la cárcel

En que el alma está cautiva.

Es levantarse de la tierra

con una fuerza que

Reclama desde arriba.


Es respirar el ancho viento

que por encima de

La carne respira.

Es contemplar, desde la cumbre

de la persona,

La razón de las heridas.


Es advertir en unos ojos

una mirada verdadera

Que nos mira.

Es escuchar en una boca

la propia voz Profundamente repetida.


Es sorprender en unas manos

ese calor de la Perfecta compañía.

Es sospechar que,

para siempre, la soledad

De nuestra sombra está vencida.


Estar enamorada,

es descubrir dónde

Se juntan cuerpo y alma.

Es percibir en el desierto

la cristalina voz de

Un río que nos llama.


Es ver el mar desde la torre

donde ha quedado

Prisionera nuestra infancia.

Es apoyar los ojos tristes

en un paisaje de cigüeñas y campanas.


Es ocupar un territorio

donde conviven los

Perfumes y las armas.

Es dar la ley a cada rosa

y al mismo tiempo

Recibirla de su espada.


Es confundir el sentimiento

con una hoguera

Que del pecho se levanta.

Es gobernar la luz del fuego

y al mismo tiempo

Ser esclava de la llama.


Es entender la pensativa

conversación del corazón

y la distancia.

Es encontrar el derrotero

que lleva al reino de La música sin tasa.


Estar enamorada,

es adueñarse de

Las noches y los días.

Es olvidar entre los dedos

emocionados la Cabeza distraída.


Es recordar la niñez cuando

se siente la canción de cuna.

Es ir leyendo lo que escriben

en el espacio las Primeras golondrinas.


Es ver la estrella de la tarde

por la ventana de

Una casa campesina.

Es contemplar un tren que pasa

por la montaña

Con las luces encendidas.


Es comprender perfectamente

que no hay Fronteras entre

el sueño y la vigilia.

Es ignorar en qué consiste

la diferencia entre

La pena y la alegría.


Es escuchar a medianoche

la vagabunda confesión

de la llovizna.

Es divisar en las tinieblas

del corazón una pequeña lucecita.


Estar enamorada,

es padecer espacio

Y tiempo con dulzura.

Es despertarse una mañana

con el secreto de Las flores y las frutas.


Es libertarse de sí misma

y estar unida con Las otras criaturas.

Es no saber si son ajenas

o son propias las Lejanas amarguras.


Es remontar hasta la fuente las aguas turbias

Del torrente de la angustia.

Es compartir la luz del mundo

y al mismoTiempo compartir

su noche oscura.


Es asombrarse y alegrarse

de que la luna todavía sea luna.

Es comprobar en cuerpo

y alma que la tarea

De ser mujer es menos dura.


Es empezar a decir siempre,

y en adelante no volver a decir nunca.

Y es, además, estar segura

de Tener las manos puras.


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